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Pero debo explicaros cómo nació toda esta idea errónea de denunciar el placer y alabar el dolor, y os daré cuenta completa del sistema, y expondré las enseñanzas reales del gran explorador de la verdad, el maestro constructor de la felicidad humana. Nadie rechaza, disgusta o evita el placer en sí, porque es placer, sino porque quien no sabe perseguir racionalmente el placer encuentra consecuencias que son extremadamente dolorosas. Tampoco hay nadie que ame, persiga o desee obtener el dolor por sí mismo, porque es dolor, sino porque de vez en cuando se dan circunstancias en las que el esfuerzo y el dolor pueden procurarle un gran placer. Por poner un ejemplo trivial, ¿quién de nosotros emprende alguna vez un ejercicio físico laborioso, si no es para obtener de él alguna ventaja? Pero, ¿quién tiene derecho a reprochar a un hombre que elija disfrutar de un placer que no tiene consecuencias molestas, o que evite un dolor que no produce ningún placer resultante?